Por The New York Times
Vivimos en un planeta de extremos. Las cordilleras compiten por ser las más altas, a resultas de colisiones de placas tectónicas. Los desiertos rezuman una belleza inquietante en sus vastedades imposibles. Y las llanuras se extienden hacia el infinito. En un microcosmos, sea en el interior de una cueva natural o en los canales confinados de una ciénaga, pueden surgir extraños mundos nuevos.